Conoce sobre la energía limpia
Un país que puso toda su energía durante 40 años para llegar hasta aquí
En estos 40 años de avance hacia el ahorro y eficiencia energética, que coinciden con la creación del IDAE, España ha vivido probablemente la mayor transformación social, cultural y económica de su historia. Un período de modernización y crecimiento que se encarna en la historia personal de cada español y que se materializa en algunos datos que ofrecemos a continuación.
¿Cómo era la economía española en 1984? Situémonos en el contexto de la época: España aún no había ingresado en la Unión Europea (Comunidad Económica Europea: así se llamaba entonces), tenía una moneda débil -la peseta-y salía de un período de recesión. Empezaba a acometer grandes reformas estructurales derivadas del compromiso de adhesión a Europa.
En aquel 1984 la inflación llegaba al 11%, el desempleo al 22% y la renta por habitante era aproximadamente la mitad de la actual. La riqueza nacional, medida en términos de PIB, superaba ligeramente los 200.000 millones de euros, frente a los 1,5 billones de hoy en día.
En 1984 se diseñaban los planes de reconversión industrial que pretendían modernizar el tejido productivo reduciendo el peso de la industria pesada controlada por el Estado, fundamentalmente naval, minera y siderurgia.
Comenzaba también un proceso de privatización de empresas públicas como Telefónica, Tabacalera y SEAT, pero también del sector de la energía, muchas de ellas agrupadas en torno al Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH).
Esta desinversión estatal en el sector energético afectó a empresas como Endesa, Campsa, Repsol o Enagás, lo que hizo que la generación, distribución y comercialización del petróleo, el gas y la electricidad pasara paulatinamente a manos privadas y se impulsara la competencia.
El año 1984, como avanzábamos más arriba, supuso un antes y un después en materia de eficiencia energética. El 26 de enero se creaba el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), con el foco puesto tanto en los particulares como en las empresas. Se hablaba ya entonces de consumir menos energía, pero también de buscar fuentes alternativas al petróleo; hace 40 años eso podía sonar a ciencia ficción.
Así es como el 17 de diciembre de 1984 se publica la primera gran convocatoria de ayudas a empresas en España en materia de eficiencia y ahorro de energía, con subvenciones que cubrían hasta el 40% del coste de la inversión.
Se empieza a hablar de auditorías energéticas, de recuperar calores residuales, utilizar residuos como combustibles, sustituir derivados del petróleo por recursos renovables o impulsar la autogeneración de electricidad mediante el agua, el sol y el viento: hidráulica, fotovoltaica y eólica.
Os hemos contado en otros artículos los resultados de este esfuerzo conjunto para cambiar la energía de nuestro país. Podemos decir que todo empezó en un año, 1984, en el que España tenía muchos retos por delante y se conjuró para que la energía pasara de ser un problema a una oportunidad.
La nueva competitividad energética gracias a los fondos europeos
El índice de sostenibilidad de la Universidad de Yale sitúa a España como la 15ª nación más sostenible del planeta. Ser sostenible hoy no solo es una obligación impuesta por gobiernos y entidades supranacionales sino una palanca de crecimiento: los clientes y los usuarios demandan cada vez más servicios y productos sostenibles.
Los sellos verdes y estándares internacionales ISO certifican el compromiso medioambiental de las empresas y las compañías españolas salen con nota. Las nuevas normas internacionales y europeas de reporting obligan hoy en día a las empresas a certificar y publicar sus avances en materia de medio ambiente, compromiso social y buen gobierno.
España es el tercer país en el mundo en número de certificaciones energéticas ISO 50001, con casi 5.000 sellos otorgados. También el sello ISO 14001 de gestión ambiental ha sido entregado a más de 31.000 centros de trabajo y sitúa a España en la cuarta posición a nivel mundial.
Tradicionalmente, competitividad y sostenibilidad aparecían como conceptos antagónicos, hasta que la agenda verde se ha ido imponiendo y ambos conceptos han terminado retroalimentándose. Un reciente estudio del Pacto Mundial de Naciones Unidas en España señalaba que casi el 88% de las Pymes españolas seguían una estrategia en materia de sostenibilidad, frente al 54% en 2018.
Además, 8 de cada 10 empresas consideran que la sostenibilidad les proporciona una ventaja ante la competencia, según el informe del Pacto Mundial de la ONU.
La productividad sigue siendo la asignatura pendiente de la economía española, pero hay indicadores positivos que tienen que ver precisamente con la apuesta por la sostenibilidad y la tecnología. La productividad energética en España ha aumentado más de un 25% en lo que va de siglo, mientras que la productividad de los materiales ha crecido en un 120%. Según datos oficiales, el consumo neto de materiales por parte de la industria se ha reducido casi a la mitad.
En la última actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que es como la hoja de ruta de la energía en España, se señala que la integración de renovables y el incremento de la eficiencia energética redundará en menores costes para hogares y empresas.
Un ejemplo: los hogares españoles destinaban a la energía el 7,8% de su presupuesto en 2019 y ese porcentaje se reducirá al 5,7% al final de esta década.
Los planes de reindustrialización sostenible diseñados tras los problemas globales de suministro que se pusieron de manifiesto durante la pandemia llevarán a España, según el PNIEC, a crecer un 3,2% por encima de lo previsto y a crear 363.000 empleos de aquí a 2025 y 560.000 hasta 2030. Aunque beneficiará a todos los sectores económicos, incidirá especialmente en industria, energía y construcción.
El PNIEC 2023-2030 acaba de ser actualizado, como decimos, para tener en cuenta la aceleración verde que se ha producido estos últimos años y las nuevas proyecciones de crecimiento económico, que implican un aumento de la demanda energética.
Con todos los datos sobre la mesa, el nuevo PNIEC estima que en 2030 habremos reducido en un 32% los Gases de Efecto Invernadero, por encima del 23% previsto. La electrificación de la economía será del 35% y el 81% de la electricidad consumida en España será de origen renovable. La fotovoltaica será la fuente de energía líder en España en 2030, seguida de la eólica, con un fuerte crecimiento del hidrógeno verde.
La independencia energética española pasará del 19% en 2019 al 50% en 2030, lo que supone un ahorro de 86.700 millones de euros en importaciones de combustibles fósiles.
El PNIEC 2023 estima que para lograr todos estos objetivos hará falta que se movilice una inversión total de 308.000 millones de euros hasta 2030, de los que un 82% será privada y un 18% será pública. De esa cantidad, el 37% se destinará a energías renovables, el 28% a ahorro y eficiencia, el 17% a redes energéticas y el 17% a la electrificación de la economía.
¿Cómo se encauzará esa inversión en transición energética? Los fondos europeos han creado una nueva figura de colaboración público-privada que está impulsando la descarbonización a gran escala y la reindustrialización sostenible: los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica, conocidos como PERTE.
Estos instrumentos canalizan cerca de 40.000 millones de euros de los fondos europeos hacia industrias como el automóvil eléctrico, la microelectrónica y los semiconductores, el hidrógeno verde y las energías renovables. El objetivo de los doce PERTE es facilitar la descarbonización y crear una industria nacional potente en sectores estratégicos como la movilidad eléctrica, la producción renovable y el almacenamiento energético y la fabricación de baterías eléctricas y microchips.
¿Sabías que en el IDAE nos hemos encargado de gestionar más de 10.000 millones de euros de esos fondos mediante convocatorias propias y a través de las comunidades autónomas? El 91% de esas inversiones ya están en marcha, lo que ha supuesto un trabajo ingente del Instituto, las comunidades autónomas y la industria española en los últimos 4 años. ¡Pero ya se están viendo los resultados!
La electrificación de la economía: la nueva Revolución Industrial
El 30 de septiembre pasado cerraba sus puertas la última central eléctrica de carbón aún en funcionamiento en Reino Unido. La clausura de la planta de Nottinghamshire marcaba así simbólicamente el fin de la Revolución Industrial, nacida en Inglaterra hace dos siglos y medio y que tuvo el carbón como motor tecnológico.
Habrás oído hablar de la descarbonización. Hace referencia al abandono acelerado de los combustibles fósiles en la industria y el transporte y su sustitución por fuentes de energía alternativas y limpias. No solo el carbón: también el gas y el petróleo generan enormes cantidades de CO2 y otras emisiones nocivas tanto en su extracción como en su combustión.
La descarbonización es un proceso calendarizado que pretende alcanzar su cima en 2050 gracias a los planes nacionales y globales para prescindir de los combustibles fósiles y desarrollar las tecnologías que permiten generar energía a partir del agua, la materia orgánica (biomasa), el calor del subsuelo (geotermia), el hidrógeno, el viento y el sol.
La transición verde, fruto de una nueva relación del ser humano con su entorno y de la preocupación por los efectos del cambio climático, ha situado la energía como el gran problema a resolver y la electrificación como la principal solución para llegar a los objetivos de descarbonización marcados de aquí a 2050.
Un informe de EY adelanta que la energía verde será mayoritaria en el mundo para 2038 y representará el 62% del mix energético en 2050. McKinsey, otra consultora, lo eleva al 85%. En el caso europeo, la fuente energética que liderará el cambio será la eólica marina y terrestre. De hecho, la eólica ya fue en España en 2023 la principal fuente de generación de electricidad.
Somos la quinta potencia mundial en eólica y la novena en solar, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA). ¿Pero las energías solar y eólica pueden por sí solas alimentar la industria pesada y el transporte de larga distancia en aviones, buques, camiones y trenes? La respuesta es que no. La llamada industria electro-intensiva y el transporte pesado requieren una solución alternativa. Así es donde emerge el hidrógeno verde.
¿Qué es el hidrógeno renovable o verde, como se le llama popularmente? Es un gas ligero presente en el 75% de la materia del Universo. Las naves espaciales se impulsan desde la Tierra con hidrógeno, debido a su enorme potencia, pero continúan viaje movidas por sus paneles solares. Una muestra más de cómo estas nuevas fuentes de energía son hoy más presente que futuro.
El hidrógeno es una fuente de energía inagotable y se puede producir en cualquier lugar del planeta. Solo se necesita agua y unos electrolizadores que permiten separar el hidrógeno del oxígeno. Para conseguirlo, ese proceso, llamado electrólisis, requería la inyección de ingentes cantidades de gas o carbón. Y por tanto era muy contaminante. Pero gracias a la implantación de las renovables, los electrolizadores pueden funcionar ya con fuentes de energía limpia como la solar y la eólica: así es como ha nacido el hidrógeno verde.
En España hemos apostado por el hidrógeno verde como una alternativa para la industria y el transporte pesado. Tiene la ventaja de que se puede transportar y almacenar -de ahí la construcción del futuro hidroducto H2Med que llevará hidrógeno español al resto de Europa-, pero la estrategia diseñada gracias a los fondos europeos se encamina también a crear Valles de Hidrógeno.
Son polos industriales que abarcan toda la cadena de valor del hidrógeno: producción, distribución, comercialización y consumo final por parte de las empresas y sectores de actividad de esos valles. De ahí que se estén configurando en torno a polos industriales y logísticos ya existentes como Puertollano, Asturias o los puertos de Tarragona y Cartagena, entre otros.
Hidrógeno verde, energía eólica y solar se configuran por tanto como los protagonistas de la transición verde en España y los motores de la ansiada autonomía energética. En IDAE trabajamos desde hace años para canalizar las inversiones públicas y reunir a la industria en torno a esta estrategia de país. Un país de energía inagotable.